Sonriente recibió Óscar Burboa a la dupla de salud del CESFAM Rosita Renard que llegó a su casa -ubicada en Villa Frei -para ser inoculado por cuarta vez para combatir el COVID-19. Los últimos 71 años ha vivido en Ñuñoa y no por casualidad. Óscar es el último sobreviviente del comité organizador del mundial de 1962, que permitió a Chile ser sede de una instancia histórica, trabajo que marcó su vida.
“Me vine a vivir a la comuna, porque me quedaba todo cerca y podía ir al estadio”, cuenta mientras la funcionaria de salud sube la manga de su camisa para preparar la vacunación.
Recuerda con nostalgia y alegría ese mundial. Incluso relata como anécdota que el Presidente Jorge Alessandri no se mostró muy de acuerdo con que el país fuese sede de la instancia, pero el comité insistió a través de la Asociación Central de Fútbol (lo que actualmente es la ANFP) y lograron desarrollar el evento deportivo que marcó la historia de nuestro país.
Óscar no es el único de su familia vinculado al mundo del fútbol. Su hijo Manuel y su nieto Jair también se han desempeñado en el área. El primero fue futbolista de la liga juvenil de Unión Española, profesor y entrenador, mientras que el segundo actualmente trabaja como kinesiólogo de la selección chilena femenina de fútbol.
Por encontrarse con problemas de salud y su edad, el mayor de los Burboa pudo recibir el servicio de vacunación directamente en su casa. Mientras conversa, Óscar se muestra en desacuerdo con quienes señalan que la vacuna podría tener efectos negativos: “La gente tiene que pensar que esto nos salvó la vida. No es un riesgo ni mucho menos”.
Antes de terminar, hace un llamado a los jóvenes. “¿Cómo no se van a vacunar? ¿Cómo no van a hacer algo que les va a servir? Les va a servir a ellos y a toda la familia”.
Finalmente, mientras pasan los treinta minutos de espera luego de la inoculación, señala con una sonrisa: “El deporte también es salud”.